Capítulo 329
El accidente ocurrió tan de repente que Raquel levantó la vista y vio el rostro tan noble y apuesto de Alberto.
En ese instante crítico, fue Alberto quien se lanzó hacia ella.
¿Cómo podía ser él?
-¿Presidente Alberto?
Ambos cuerpos rodaron rápidamente hacia abajo, y abajo había una gran roca, acercándose a gran velocidad.
El fuerte brazo de Alberto la abrazó con fuerza, susurrando: -Abrazame fuerte.
Raquel, instintivamente, abrazó con fuerza a Alberto.
“¡Bang!” Un golpe sonó cuando ambos chocaron contra la roca y se detuvieron.
Ahora, él estaba abajo y ella arriba, Raquel estaba siendo abrazada por Alberto, y se levantó rápidamente. —¿Presidente Alberto, te golpeaste la cabeza con la piedra?
Justo antes de chocar contra la roca, Alberto la había girado con fuerza, y su cabeza “¡Bang!” chocó violentamente contra ella.
Raquel no sintió dolor porque él la tenía tan apretada en sus brazos, no resultó herida.
Ahora, Alberto tenía los ojos cerrados y no reaccionaba.
Raquel se asustó. —¡Presidente Alberto! ¡Presidente Alberto! ¡Abre los ojos, no me asustes!
Pero Alberto no respondió.
Raquel intentó levantarse para llamar a alguien.
Sin embargo, su delicado brazo fue atrapado por una gran mano, que la jaló suavemente y la volvió a traer hacia su pecho.
Alberto abrió los ojos, mirándola divertido. -Raquel, ¿por qué estás tan nerviosa?
Raquel se quedó en shock.
Alberto sonrió con una ligera mueca. -¿No me dijiste que no me amabas? Entonces, ¿por qué te preocupas tanto por mí? Ahora te tengo, ¿verdad?
¿Estaba él actuando?
Raquel, entre risas y lágrimas, apretó los puños y lo golpeó con fuerza. —¡Presidente Alberto,
Capitulo 329
realmente me odias!
Sus piernas aún estaban temblorosas, porque en realidad, se había asustado mucho.
Alberto la abrazó con más fuerza. No te muevas.
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Raquel percibió algo extraño en su voz, y vio que su rostro estaba pálido. Justo antes, su cabeza realmente se había golpeado con fuerza.
Raquel sostuvo su cabeza y la revisó con cuidado. -¿Te golpeaste la cabeza y estás sangrando? Déjame ver.
Golpearse la cabeza era algo peligroso.
Alberto, sintiéndose mareado, tomó la pequeña mano de Raquel y la apretó en su palma. – Estoy bien, no te preocupes, solo déjame abrazarte un rato.
Raquel no se atrevió a moverse y se acomodó en su pecho, obedientemente.
Él se había herido para salvarla. No podía evitar sentirse conmovida.
–
A pesar de que estaban divorciados, cuando ella estaba en peligro, él seguía estando a su lado.
-Presidente Alberto, la próxima vez no me salves. No necesito que me salves.
¡Este pequeño desagradecido!
Alberto le acarició la carita, estaba tan fría debido al viento de la nieve, que su rostro pálido se había sonrojado por el frío. Molesto, la pellizcó. -Raquel, ¿tienes que hacerme enojar?
Raquel empujó su mano. —¡No me pellizques la cara!
Al ver su actitud tan fría y distante, Alberto sintió una gran rabia. Ella no era así con Santiago; se reía y hablaba con él de manera tan dulce.
Alberto soltó su rostro, dando un profundo suspiro de dolor. Me duele la cabeza.
Raquel se puso inmediatamente nerviosa. -¿Dónde te duele?
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