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El CEO se Entera de Mis Mentiras novel Chapter 338

Capítulo 338

Raúl observó la silueta de Raquel alejarse, y su rostro se oscureció.

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Ya era de noche. Carlos dormía profundamente, pero Raquel no se atrevía a cerrar los ojos, pues debía mantenerse alerta con ese Raúl.

Era evidente que decir que estaba casada no había sido suficiente para disuadir a Raúl; ese hombre no se rendía.

Raquel temía dormir; le preocupaba que ella y Carlos estuvieran en peligro.

Raquel se sentó sola en la puerta; la noche en el pueblo montañés era realmente tranquila, tranquila y etérea.

El pueblo, cubierto de nieve, emanaba una fría soledad, parecía el fin del mundo.

Raquel sentía un frío intenso, como si el aire helado la envolviera. Percibió que algo no estaba bien con su cuerpo; parecía que iba a enfermar, a tener fiebre.

Después de haber estado tanto tiempo en el agua del mar, su cuerpo, fuerte como el hierro, ya

no resistía más.

Raquel solo podía apretar las palmas de sus manos para evitar quedarse dormida. Sabía que en cualquier momento podría estar en peligro allí.

De repente, recordó a Alberto. ¿Qué estaría haciendo ahora? ¿Estaría con Ana?

¿Se daría cuenta de la desaparición de ella y Carlos? ¿Los buscaría?

Carlos tenía una grave herida en la pierna, y ese Raúl seguía al acecho. Raquel aún no sabía cómo regresar.

El frío era insoportable. Raquel abrazó su cuerpo con los delgados brazos, apoyó su cabeza en el marco de la puerta, medio dormida.

Pronto, sintió que una mano, áspera y salada, recorría su rostro, acariciándola con avaricia. Raquel abrió los ojos de golpe.

Raúl estaba a su lado, con una mirada fija, acariciando su rostro.

Raquel se debatió. -Raúl, ¿por qué has vuelto?

Raquel sentía su cuerpo pesado, como si no tuviera fuerzas para reaccionar. Se dio cuenta de que la situación no era buena.

Raúl regresó a su casa, pero no podía dormir. Cada vez que pensaba en la hermosa cara de

Capitulo 319

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Raquel, su deseo se encendía.

Raúl había vivido siempre en este pueblo. Aunque a veces salía y conocía a otras mujeres, nunca había visto a alguien tan bella como Raquel. Ya había deseado tenerla durante mucho tiempo.

Raúl sonrió de manera lasciva. Raquel, no finjas que no entiendes, deberías saber lo que siento por ti. Raquel, me gustas.

Raquel apartó su mano. -Raúl, deja de bromear, ya estoy casada.

-¿Casada? ¿Y qué? Estaremos juntos una sola vez aquí, y tu esposo no lo sabrá.

Dicho esto, Raúl se lanzó sobre Raquel.

Raquel se paralizó, pero reaccionó rápidamente.

Sin embargo, su cuerpo estaba débil y no pudo esquivarlo. Raúl, de complexión fuerte, la

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