Capítulo 375
Al oír esto, Camila dejó de luchar y, obediente, subió al asiento del copiloto del Ferrari.
Alarico, retomando su lugar al volante con una expresión sombría, inquirió: -Camila, ¿acaso sientes tanta curiosidad por Héctor?
Ella inicialmente se había negado a subir a su carro, pero la posibilidad de ver a Héctor la había
convencido.
Levantando la vista hacia Alarico, Camila dijo: -Alarico, ¿te das cuenta de lo extraño que pareces?
Alarico quedó atónito.
-Ya terminé contigo y te dejé para que estuvieras con Elena; ahora ella es tu novia. Elena, con su busto prominente y cintura estilizada, además de ser bailarina, es exactamente el tipo de mujer que te atrae. Deberías estar enamorado de ella, ¿por qué sigues molestándome?
Alarico apretó el volante y balbuceó: -Yo…
-Alarico, no me digas que te has enamorado de mí.
Ante el sarcasmo y la ironía en los ojos de Camila, Alarico no pudo contener su enfado y soltó una risa fría: -Sofía, no te ilusiones, ¿cómo podría enamorarme de alguien como tú?
-Está bien.
Camila no buscaba su amor; su afecto le resultaba insignificante.
Movido por el deseo de poseerla, Alarico se sintió incómodo; después de todo, al principio Camila estaba enamorada de él, y ahora que había caído por Héctor, su rival, eso naturalmente lo perturbaba.
Si Camila estaba usando esto para captar su atención, entonces, felicidades, su estrategia había
surtido efecto.
Media hora más tarde, el Ferrari se detuvo frente a un sitio de construcción, y Camila bajó del
carro.
Nunca había estado en un sitio de construcción, y el ambiente era tan ruidoso como el lugar
donde vivía Héctor.
Al mirar a su alrededor, sus zapatos de cuero de punta redonda pisaron accidentalmente el barro y se ensuciaron por completo.
Alarico observó sus zapatos: -Tus zapatos están sucios, ¿quieres que te pase una toallita para limpiarlos?
Capítulo 375
2/12
Camila negó con la cabeza: -No es necesario, dijiste que me traerías a ver a Héctor, ¿dónde está él?
Alarico señaló con la mirada: -Justo ahí, delante.
Camila alzó la vista y vio a muchos trabajadores vestidos con uniformes de trabajo azules y cascos de seguridad amarillos. Entre ellos, una figura fría y distinguida se destacaba especialmente; era Héctor.
Héctor había venido a trabajar a la construcción.
Anteriormente, Miraena había dicho que él trabajaba en varios empleos al día y también se desempeñaba como obrero aquí; ahora era evidente que era cierto.
Camila observó a Héctor, quien, manchado de polvo y sudor, cargaba sacos de cemento.
Él trabajaba diligentemente y no se había percatado de su llegada.
Alarico sonrió con ironía: -¿Ves? ¿Este es el hombre que te gusta? ¿Este tipo de también puede captar tu atención?
persona
Comments
The readers' comments on the novel: El CEO se Entera de Mis Mentiras