Capítulo 376
Alarico apretó los puños y encaró a Camila con severidad, -¿Estás encantada
-¿Estás encantada por Héctor, verdad?
-Eso no es asunto tuyo, -respondió ella, desviando la mirada.
Con las manos en la cintura y una sonrisa irónica, Alarico anunció, -Está bien, entonces lo mío tampoco es asunto tuyo. En este mismo instante voy a buscar a Héctor.
Dicho esto, se dio la vuelta y comenzó a caminar en dirección a Héctor.
El rostro de Camila cambió de inmediato. Se apresuró y extendió la mano para detenerlo, Alarico, ¿qué crees que estás haciendo? Este es un lugar de trabajo, ¿qué derecho tienes de causar problemas aquí?
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―
En ese momento, el capataz del sitio corrió hacia ellos, jadeante y haciendo reverencias, Señor Alarico, ¿qué lo trae por aquí? Aquí está todo sucio y desordenado. Tenga cuidado con su ropa, ¿ha venido a inspeccionar el sitio hoy?
Camila, atónita, no pudo responder.
Con una sonrisa pícara, Alarico aclaró, -Cierto, olvidé mencionártelo. Este es un complejo en construcción pertenece a mi familia. También es nuestro sitio, así que no me equivoco al venir
a inspeccionar.
Camila casi lo había olvidado: la familia Ramírez se dedicaba al negocio inmobiliario y este era
uno de sus complejos.
Alarico se dirigió al capataz, —He oído que aquí hay alguien llamado Héctor, ¿es cierto?
-Sí, señor, -respondió el capataz.
-Tráelo ahora.
Sin perder un segundo, el capataz gritó a todo pulmón, -¡Héctor, ven aquí!
Héctor, dejando a un lado el saco de cemento que llevaba al hombro, levantó la vista y de inmediato reconoció a Alarico y a Camila.
Con todos los obreros presentes y un Ferrari lo excesivamente llamativo en el sitio, era difícil no notar a esta atractiva pareja.
La expresión de Héctor, tan guapo como siempre, se mantuvo impasible y fría mientras se acercaba con paso firme.
El capataz sonrió, -Señor Alarico, este es Héctor. No se deje engañar por su juventud; es un trabajador esforzado y está dispuesto a hacer cualquier cosa.
Capitulo 376
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El capataz está muy contento con Héctor.
Alarico mira a Héctor y dice, ‘Héctor, qué coincidencia, no esperaba verte trabajando en la construcción de uno de mis edificios.
Héctor mantuvo una expresión neutral, -¿Hay algo más? Si no, me retiro.
Camila intervino rápidamente, -Héctor, no es nada, sigue con lo tuyo.
Camila intentó llevarse a Alarico.
Sin embargo, Alarico, sonriendo, desafió, -Héctor, ¿cuántos sacos de cemento puedes cargar de una vez?
-Señor Alarico, Héctor puede cargar ocho a la vez, mientras que nuestros trabajadores más fuertes solo pueden cargar cinco, -respondió el capataz.
Entonces, Héctor, te reto a que superes tu límite. Por cada saco adicional a los ocho, te daré cien dólares. Si agregas dos, serán doscientos dólares. Tengo dinero de sobra, veamos cuánto puedes ganar.
El capataz, visiblemente sorprendido, aconsejó, -Señor Alarico, eso no es recomendable. Ocho sacos son bastante pesados. Añadir más podría ser peligroso.
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