Capítulo 420
Camila aún quería gritar, pero Héctor extendió su mano y le cubrió la boca, prohibiéndole hacerlo.
-No armes escándalo, mi madre y mi hermana podrían oírnos, ¿quieres que vengan a ver qué ocurre?
Camila, con los ojos almendrados y llenos de temor, lo miraba fijamente y luego apartó su mano. -No volveré a gritar, permíteme bajar primero.
Héctor soltó su mano y Camila descendió de su regazo.
Sin embargo, al tocar algo inesperadamente, no siendo la primera vez que lo hacía, su curiosidad la impulsó a extender la mano. -¿Qué es esto?
-¡Camila, no toques eso! -Héctor intentó tomar su mano.
Pero Camila fue más rápida, y ya era demasiado tarde para detenerla.
El cuerpo de Héctor se tensó de inmediato, y una ola de deseo teñía de rojo la mirada en sus ojos.
Camila reaccionó rápidamente, y literalmente, como si su cabeza explotara, retrocedió unos pasos, abriendo mucho los ojos y mirándolo. -Tú…..
Héctor la observó con una mirada de inocencia y se apresuró a salir del lugar.
Dios mío, ¿qué he hecho?
Camila se cubrió el rostro ardiente con las manos, sintiéndose incapaz de enfrentar a nadie.
Héctor ya había salido, y pronto, la voz de Camila se escuchó desde dentro. -¡Héctor!
El detuvo sus pasos.
Camila continuó: -Temo que el ratón vuelva, quédate en la puerta mientras me baño, será rápido, ¿de acuerdo?
¿Cómo podría Héctor negarse? -Está bien.
Pronto, el sonido del agua corriendo anunció que Camila se estaba bañando.
Héctor abrió la ventana para dejar entrar algo del aire frío del exterior, el dulce aroma femenino era embriagador, y él no disfrutaba sentirse así.
Diez minutos después, Camila salió. —Ya terminé de bañarme.
2/2
Héctor se volvió y la recién bañada Camila emergió, su cabello negro y limpio aún estaba húmedo y llevaba un camisón de flores de Fernanda.
El camisón, de corte conservador, resultaba pequeño para Camila, una joven en la plenitud de la juventud. Era estrecho en el área del pecho, delineando claramente sus formas, creando un perfil notable tanto de frente como de espaldas.
Héctor echó un vistazo y rápidamente desvió la mirada, diciendo. -Ya que has terminado, me retiraré a mi habitación.
Se dirigió hacia su cuarto.
Sin embargo, en ese momento, una mano blanca y suave se extendió y agarró su manga.
Héctor se detuvo, intentando liberar su manga.
Pero esa mano se aferraba con tenacidad, arrugando su ropa en su palma.
Héctor se volvió hacia ella y preguntó: -¿Qué pretendes?
Camila indagó. -Héctor, ¿te gusto?
Héctor trató de negarlo.
Pero, desafortunadamente, las chicas no siempre necesitan que los chicos les confirmen sus sospechas, porque ya tienen su propia conclusión.
Camila sonrió astutamente. -¡Lo sabía, a ti te gusto!
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