Capítulo 427
No.
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¿Cómo era posible?
Ana no podía creerlo y de inmediato comenzó a maldecir: -Raquel, ¿qué estás haciendo con Alberto? ¡Tú, zorra, seguro que sedujiste a Alberto, ahora él es mi novio! ¿Acaso no tienes vergüenza?
-Ana, mira bien, ahora es tu novio quien me está acosando a mí.
—¡Tú!
Ana quería seguir hablando, pero la videollamada se cortó de repente.
En Villa del Lago, Raquel aún estaba siendo presionada por Alberto. Quería seguir hablando
con Ana, pero Alberto arrebató su teléfono de un tirón y colgó.
Alberto, con los ojos llenos de un deseo feroz, dijo: —¿Ya hablaste suficiente?
Raquel respondió: -No, todavía tengo mucho que decirle a Ana, por supuesto. Ana probablemente ya lo haya imaginado, Alberto, espera y verás.
Alberto lanzó el teléfono de Raquel sobre la mesa de centro y dijo: Cuando termines de hablar, seguimos.
Luego la besó de nuevo.
Raquel se desmoronó.
En ese momento, el teléfono en el bolsillo de Alberto sonó. Sin necesidad de mirar, sabía era Ana quien llamaba.
Raquel lo empujó de inmediato: -Alberto, ¡es una llamada de Ana! Suéltame, deberías
contestar la llamada de Ana ahora.
que
Alberto no tenía ninguna intención de contestar la llamada. Mientras con una mano le quitaba la ropa a Raquel y con la otra se desabrochaba su propio cinturón, dijo con voz ronca: -No hables, concéntrate.
Raquel se sentía completamente indefensa. Si aquella noche en el pueblo él la había salvado, ahora ambos estaban completamente sobrios y él había entrado para forzarla a tener
relaciones.
Su matrimonio ya había terminado, y Raquel, naturalmente, no quería. Además, estaba embarazada, llevaba en su vientre un bebé de ambos.
Capitulo 427
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El primer trimestre del embarazo no es adecuado para tener relaciones sexuales; no se deben realizar ejercicios intensos.
Al ver que él se lo tomaba en serio, Raquel comenzó a tener miedo: -Alberto, no me toques. ¡ Ay, me duele!
Alberto la tenía atrapada bajo su cuerpo y con una risa ronca dijo: —¿Por qué te has vuelto tan
delicada?
Raquel respondió: -Alberto, estoy en mi periodo menstrual, no es conveniente.
Alberto, mirando su rostro, dijo: -¿En serio? Déjame ver.
Raquel respondió: —Sí, ¿acaso quieres hacerlo durante mi periodo? Eso no es higiénico, puedo
enfermarme.
Alberto tragó saliva y preguntó: -Entonces, ¿qué hacemos?
Raquel lo empujó e intentó escapar: -Ve y busca a alguien más.
Pero no logró escapar. Alberto la atrapó de inmediato: -¿A dónde vas?
Los fuertes brazos de Alberto rodeaban su cintura. Su pequeña cintura era lo que más amaba; la sujetaba tan fuerte que apretaba su estómago.
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