Capítulo 450
Camila asintió, diciendo.
Es verdad, Ana, si realmente no estabas informada, cuando te enteraste de que la señora María contrató a alguien para secuestrar a Raquel, lo sorprendente no es que no acusaras primero a la señora María, sino que acusaste al jefe Alberto. ¿Qué significa eso? Dices que no sabías nada, pero nadie te cree realmente.
Las miradas de todos se posaron en Ana. Seguramente la señora María y Ana se unieron para intentar matar a Raquel.
-Por suerte Raquel es una maestra de la medicina tradicional, si no, ya estaría muerta por sus
manos.
–Y Ana, después de haber robado a la madre de Raquel, ¿qué más quiere? ¿Por qué sigue queriendo hacerle daño?
-Yo creo que simplemente es mala por naturaleza.
Ana, quien fue tildada de naturalmente malvada, permaneció en silencio.
Ella descubrió que esta noche Raquel había preparado una trampa tras otra, atrapándola completamente.
–
Alberto miró a Ana, incapaz de ocultar su decepción. Ana, ¿por qué hiciste esto? Me has decepcionado mucho.
Ana realmente se sintió como una extraña para él
¿Es ella todavía aquella hermosa chica que estaba en la cueva hace años?
Ana intentó defenderse. -Yo…
す
Pero Raquel no le dio la oportunidad de hablar. Raquel dio un paso adelante. -Ana, ahora entiendes por qué no quise tratarte, ¿verdad? No soy tonta, ¿por qué iba a tratar a alguien que quiere mi muerte?
Raquel miró hacia Alberto. -Jefe Alberto, ahora que ya sabes que Ana quiere matarme, ¿ todavía quieres que la salve?
Alberto, sálvame.
Ana quería vivir, no deseaba morir, inmediatamente se aferró a Alberto. -Alberto, Alberto frunció los labios en una línea severa y pálida.
Raquel dijo. -Ana, si quieres que te salve, entonces suplícame, ¡quiero que te arrodilles y me lo pidas!
Justo antes Rosa ya se había arrodillado, y ahora Baquel quería que Ana hiciera lo mismo.
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Hacer que Ana se arrodille, eso es aún más interesante.
María cambió de color. -Raquel, no puedo creer que estés haciendo que Anita se arrodille ante
ti, tú…
-Señora María, realmente mimas mucho a Ana
dijo Raquel con una sonrisa irónica.
Raquel miró a Ana. -Ana, solo tienes esta oportunidad, ahora te la he dado, ¿realmente quieres arrodillarte y suplicarme?
Ana no quería arrodillarse, ella pensaba que Raquel era despreciable, ¿por qué debería arrodillarse ante ella?
Ana miró a Alberto suplicante. -Alberto, no quiero arrodillarme ante Raquel, ella está siendo demasiado. ¡Ayúdame rápido!
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