Capítulo 451
¡Madre santa!
Ana casi no podía creer lo que escuchaba, Alberto en serio le estaba pidiendo que se arrodillara ante Raquel.
Ana instintiva retrocedió dos pasos, casi cayendo pero María la sostuvo a tiempo y dijo, —jefe Alberto, ¿cómo puedes tratar así a Anita? Estás apoyando a Raquel para que la intimide.
Alberto miró con frialdad a María, -¿Y qué hay de ti, acaso Raquel no es tu hija biológica? Entonces, ¿qué son todas estas acciones tuyas?
María, incapaz de responder a la réplica, quedó en ese momento sin palabras.
La mirada penetrante de Raquel cayó sobre Ana, mucho dinero y no quiero desperdiciarlo contigo
Ana, ¿te arrodillas o no? Mi tiempo vale.
Camila sonrió, —Ana, si no te arrodillas esta vez, la próxima incluso si quisieras arrodillarte ante Raquelita, tendrías que hacer cola para hacerlo.
Ana palideció aún más.
Raquel no esperó a Ana, —Ana, parece que no lo has pensado bien, entonces me voy.
-Raquelita, vámonos mejor.
Camila, tomando del brazo a Raquel, las dos se preparaban para irse.
Ana, apretó los puños, y gritó a todo pulmón, ¡Está bien, Raquel, pues yo me arrodillo!
Raquel se detuvo, se giró y miró hacia Ana.
¡Pum!
Ana se arrodilló.
J
Ana se arrodilló ante Raquel frente a los nobles influyentes de Solarena.
Los ojos de Ana se enrojecieron, esta era sin duda alguna la mayor humillación de su vida, Raquel, por favor, sálvame.
Ana se arrodilló suplicándole.
Viendo a Ana arrodillada, el corazón de María se lesgarró como si mil flechas lo atravesaran, su profundo odio hacía Raquel alcanzó su punto máximo en ese momento.
Doña Sara pisoteó el suelo, gritando enloquecida -¿Qué está pasando aquí?, ahora sí muchachas de la familia Pérez están arruinadas, totalmente arruinadas!
que las
Las dos nietas de quienes doña Sara tanto se enorgullecía fueron humilladas por Raquel.
Capitulo 451
Raquel miró a Ana arrodillada, y lentamente curvó sus labios rojos en una sonrisa, —Ana, no te salvaré.
Ana se tensó y replicó, -Raquel, fuiste tú quien me pidió que me arrodillara, tú…
-Claro, te pedí que te arrodillaras, pero nunca prometí que te salvaría si lo hacías.
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