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El CEO se Entera de Mis Mentiras novel Chapter 462

Capítulo 462

Alberto y Raquel regresaron al lujoso RollsRoyce. Raquel dijo: -Jefe Alberto, llévame de

regreso.

Alberto, con las manos en el volante, aceleró y el vehículo se lanzó de nuevo hacia Villa del Lago. —¿Luis va a quedarse contigo esta noche?, preguntó con cierta curiosidad.

—Sí, Villa del Lago es el lugar que Luis me compró; él ahora es mi novio, ¿no es acaso normal?

Alberto inquirió: -¿Van a dormir juntos esta noche?

Raquel, parpadeando con un temblor casi de burla, respondió: -¿Y ? ¿El jefe Alberto y Ana van a dormir juntos?.

Alberto no dijo nada.

Raquel observó atenta sus dedos bien definidos. Se había quitado el traje negro y vestía una camisa blanca y un chaleco ejecutivo. Las mangas de la camisa envolvían sus fuertes muñecas, adornadas con un lujoso reloj.

-Jefe Alberto, ya estamos divorciados, mejor por favor te pido que te alejes de mis asuntos personales.

En ese instante, un frenazo agudo surgió de repente. Alberto giró el volante y detuvo el auto al lado de la carretera.

Raquel, sorprendida, exclamó: -¡Jefe Alberto, ¿qué estás haciendouh!

Alberto la presionó contra él, sostuvo su pequeño rostro con ambas manos y bajó la cabeza para besar sus labios rojos.

Raquel, besada a la fuerza, se quedó rígida y luego colocó furioso su mano en su musculoso pecho. ¡Suéltame, jefe Alberto!

Alberto se apartó enseguida de sus labios rojos, pero sus rostros aún estaban cerca, sus alientos se entremezclaban, respirando la dulce fragancia de ella. -¿Acaso te gusta Luis?

-¡Por supuesto que me gusta!

-¿Lo amas como me amaste a ?

Raquel se quedó perpleja.

Alberto la miraba, curvando ligeramente sus labios. -Raquel, eres una joven prodigio. Te casaste conmigo incluso cuando estuve en estado vegetativo, ¿cuánto me amabas para hacerlo incluso cuando me convertí en un vegetal?

Capitulo 462

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La pregunta, hecha desde una posición de curiosidad, sonó para Raquel como si él hablara desde una posición de superioridad.

Raquel siempre había dicho que Ana era amada sin temor. Pero, de hecho, ¿no era Alberto también amadó sin temor?

Raquel lo miró con firmeza. -¡Ahora ya no te quiero!

-¿En serio?, preguntó Alberto.

Raquel intentó hablar, pero de pronto todo se oscureció cuando Alberto volvió a besar sus carnosos y profundos labios rojos.

Raquel luchó con fuerza, pero su delicado cuerpo quedó presionado contra el asiento, sin poder resistirse. Alberto la besaba con intensidad; sus lenguas se entrelazaban una y otra vez y sus respiraciones eran desordenadas.

Pronto, los delgados labios de Alberto se desplazaron por su delicada mejilla, entre su cabello largo y por su cuello, mientras su mano grande se deslizaba bajo su camisón.

El rostro de Raquel se enrojeció enseguida, una mezcla de vergüenza y enojo. Furiosa, presionó su mano, tratando de sacar la mano grande adornada con un lujoso reloj de su camisón. —¡ Alberto, suéltame, imbécil!

Alberto mordió con malicia su pequeña oreja blanca, y con una voz baja y magnética ligeramente ronca dijo: -Aún dices que no me quieres, mira cómo tu cuerpo se vuelve sensible con solo tocarte.

A Raquel el mundo le daba vueltas de la mucha rabia que sentía, él en verdad sabía cómo humillarla.

De repente, Raquel levantó la mano, rodeó su cuello y tomó la iniciativa de besar sus carnosos labios.

La persona que había luchado tan ferozmente de repente se volvió apasionada, Alberto se quedó rígido un momento antes de responder a su apasionado beso.

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