Capítulo 470
Raquel sonrió y dijo, -tú simplemente no puedes satisfacer al jefe Alberto, él ha estado muy necesitado últimamente de pasión, me emociono con solo tocarlo.
¡¿Qué?!
Ana suspiró.
Raquel retiró despreocupada su mirada, abrió la puerta de su apartamento y entró.
Clic.
Raquel cerró la puerta del apartamento, dejando a Ana afuera.
Ana miró a Alberto y preguntó, -Alberto dime, ¿qué ha pasado exactamente entre tú y Raquel?
Alberto no quería hablar de ese tema, de inmediato abrió la puerta de su apartamento, -Entra.
Ana entró en el apartamento de Alberto, sinceramente era la primera vez que visitaba su Villa del Lago, y se sorprendió de nuevo por el lujo del lugar.
Entonces, la voz sombría y profunda de Alberto resonó, -Ana, te he traído al apartamento, ahora, ¿puedo ver la joya?
Alberto estaba demasiado ansioso por verlo.
Ana estaba preparada y, sonrió seductoramente, -Alberto, no te apresures por eso, voy a tomar una ducha caliente primero, y después de mi baño te dejaré ver a plenitud el colgante de
jade.
Dicho esto, Ana entró en la habitación.
Alberto estaba en la sala de estar, la verdad ya no tenía paciencia, pero ahora no quería perturbarla, quería ver con claridad quién lo estaba engañando.
-¡Ah!
En ese momento, se escuchó un grito de sorpresa de Ana desde la habitación.
Alberto avanzó a toda prisa, su mano grande en la manija abrió la puerta, -Ana, ¿qué te ha pasado?
Ana no había tenido un accidente, solo acababa de ducharse, y ahora llevaba puesta una camisa
blanca de Alberto.
Ana, que había aprendido con gran destreza danza desde pequeña, tenía un cuerpo curvilíneo que no necesitaba explicación alguna, llevaba la camisa de hombre con un encanto especial.
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Alberto hizo enseguida cara de pocos amigos, -¿Ya te has duchado? Entonces puedes sacar el jade.
Ana estaba descalza sobre la costosa alfombra, mirando con deseo a aquel hombre con su rostro distinguido y atractivo, -Alberto, ¿solo tienes espacio en tu corazón para el colgante, y no para su dueña, es decir, yo? ¿No soy preciosa en tu corazón?
Diciendo esto, Ana desabrochó la camisa blanca, que se deslizó directo desde su piel blanca y delicada hasta la alfombra.
–
Ana se acercó a Alberto, colocando su delicada y sensual mano sobre su torneado pecho, Alberto, Raquel dijo que has estado muy agitado últimamente, ¿es eso cierto? ¿Por qué no me buscaste?
El suave cuerpo de Ana se presionó con fuerza contra la robusta figura de Alberto, enredándose alrededor de él como una pequeña serpiente de agua, —Alberto, ¿cómo juegas con Raquel?
La nuez de Adam de Alberto se movió visiblemente.
Ana se puso de puntillas, llevando sus labios rojos al oído de Alberto, su aliento era como el aroma de una orquídea lejana, Alberto, ¿Raquel estuvo contigo anoche? Dime ¿cómo quieres jugar? Si Raquel no juega contigo, yo puedo hacerlo.
Alberto enfurecido extendió su mano, agarrando con fuerza la delicada muñeca de Ana.
Ana gritó de dolor, -Alberto, me duele, me estás lastimando.
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