Capítulo 473
Él eligió a Ana.
En ese momento, con un “clic“, la puerta del apartamento se abrió, y Raquel apareció de repente en la entrada.
El alboroto que Alberto y Ana habían hecho en el pasillo fue tan grande que Raquel ya lo había escuchado. Abrió la puerta del apartamento para echar un vistazo, y lo que vio fue a Alberto y Ana abrazándose muy emotivos.
Raquel se quedó pasmada por un instante.
Alberto, al oír el sonido, soltó a Ana. Giró la cabeza y miró de reojo a Raquel.
Sus miradas se encontraron.
Alberto sintió un sinsabor. No sabía por qué, pero en ese instante, soltar a Raquel le dolía profundamente.
Ana curvó los labios con orgullo, y luego soltó un “ay“.
Alberto miró sorprendido a Ana. —¿Qué es lo que te pasa?
Ana lo miró con debilidad. —Alberto, siento entumecidas las piernas, no puedo caminar.
Mientras hablaba, Ana extendió cariñosa la mano. -Alberto, llévame en brazos.
Naturalmente, Alberto no se negó. Tomó apresurado a Ana en brazos.
Bajo la mirada atónita de Raquel, Alberto llevó a Ana dentro de su apartamento.
Ana miró a Raquel y levantó las cejas con orgullo, como diciendo: Siempre serás inferior a mi.
¡Pum!
Alberto cerró la puerta del apartamento.
Las siluetas de ambos desaparecieron de la vista. Raquel seguía serena, sin emociones visibles. Entre ella y Alberto, ya todo había terminado.
Raquel extendió la mano y tocó con cariño su abdomen, aún plano, y luego se dio la vuelta y entró.
Dentro del apartamento, Alberto colocó a Ana sobre la cama. Ana le dijo en voz baja: –Alberto, ya que has decidido estar conmigo, entonces no puedes desentenderte. Mi corazón está empeorando cada día más. Raquel quiere que entreguemos al asesino de su padre. Podemos hacerlo. Así que tienes que encontrar la forma de resolver este asunto. Tienes que hacer que Raquel me trate la enfermedad.
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Ahora, lo más difícil era conseguir que Raquel tratara la enfermedad cardíaca de Ana. Dado que Alberto había elegido a Ana, eso también significaba que estaba del lado de la familia Pérez.
Si Raquel realmente estaba en contra de la familia Pérez, entonces él y Raquel serían enemigos. Esta vez, Alberto no dudó. Aceptó y dijo: -No te preocupes. Me encargaré de eso. Aunque Raquel no quiera tratarte, encontraré la forma de obligarla a hacerlo.
Ana se llenó de alegría al instante; ella sabía que podía confiar en Alberto. ¿Y qué si Raquel era La Invencible? Alberto tenía mil maneras de enfrentarse a Raquel.
Ana extendió los brazos y abrazó a Alberto, enterrando la cabeza en su pecho. -Alberto, eres tan bueno conmigo. Por lo tanto esta noche quiero recompensarte como es debido.
Ana alzó las manos y sostuvo el atractivo rostro de Alberto, llevando sus labios hacia los de él.
Alberto giró la cabeza y evitó sus labios rojos.
Ana se quedó pasmada. —Alberto, ya que me has elegido, ¿por qué me evitas? ¿Acaso no quieres hacer el amor conmigo?
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