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El CEO se Entera de Mis Mentiras novel Chapter 508

Capítulo 508

Alberto estaba solo en el corredor; no se marchó de inmediato, sino que se quedó allí, parado.

La iluminación tenue del corredor del hospital se proyectaba sobre sus firmes hombros, envolviéndolo en sombras difusas.

En ese momento, se acercó Francisco: -Jefe, ¿esta noche regresamos a la empresa o a Villa del Lago?

Alberto esbozó una leve sonrisa con sus delgados labios: -Tú vuelve primero.

Francisco asintió: -Sí, jefe.

Francisco se marchó.

Alberto se acercó a la ventana. En sus oídos resonaban de nuevo las palabras de Raquel en la llamada con Luis: afirmaba que ya no quería estar en Solarena, que se iría, que Luis la llevaría.

Ella llevaba en su vientre un hijo de Luis; seguramente, Luis y ella serían felices.

A su lado estaba Ana; Ana era su responsabilidad ineludible. Probablemente también se casaría con Ana, ¿verdad?

De ahora en adelante se separarían, y cada uno tendría su propia vida; eso estaba bien.

Realmente, estaba bien.

Alberto se esforzaba con todo su ser y su razón para convencerse a mismo de que esta era la mejor disposición para Raquel y para él, pero su corazón le dolía; algo dentro de él parecía deslizarse lentamente hacia fuera. 1

No importa cuánto se esforzara, esa cosa aún se iba alejando lentamente de él.

Esa pérdida le dolía mucho.

Pero estaba impotente.

Después de que Raquel se durmiera, Camila salió sigilosamente del cuarto del hospital y entonces, en el corredor, vio a Héctor.

El joven aún no se había ido, vestido de negro, sentado en un banco del corredor, con un rostro guapo y frío.

Camila corrió hacia él de inmediato: -Héctor, gracias esta vez; si no hubiera sido por ti, no habríamos podido rescatar a Raquelita tan a tiempo.

Capitulo 508

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Héctor se levantó, sin expresión, frío: -¿Ya está todo resuelto?

Camila asintió: -Sí.

Héctor dijo: -Entonces, me voy.

Héctor empezó a caminar.

Camila lo siguió rápidamente, observó la mano que colgaba a su lado y luego mordió su labio rojo, extendiendo su pequeña mano para tomar secretamente la suya.

Cuando Camila tomó su mano con suavidad, Héctor se detuvo un momento, giró la cabeza y vio que ella levantaba su pequeño rostro hacia él, sus ojos llenos de una brillante sonrisa, llena de luz.

Ella lo miraba y sonreía.

Héctor quiso retirar su mano.

Pero Camila había anticipado su movimiento, agarró fuertemente su mano: -Yo también debo volver a casa; ¿puedes llevarme?

Héctor intentaba hablar, pero Camila añadió: -Es muy tarde ya; es peligroso para volver sola. No querrás que me pase algo malo, ¿verdad?

Héctor no dijo nada.

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