La voz de Alberto estaba completamente ronca, apenas logró recuperar su voz y mirando a Raquel, preguntó: -¿Raquel, eres tú? ¿El medallón siempre ha estado contigo? ¿La niña que me salvó aquel año, cras tú?
Sorn dijo: -Sí, ¡la niña que te salvó ese año fue Raquel!
Camila dijo: jefe Alberto, te equivocaste, te equivocaste de manera increíble, la niñía de aquel entonces fue Raquelita, ¿cómo pudiste confundirla con Ana?
Laura expresó: -jefe Alberto, te perdiste con Raquelita, incluso le causaste tanto daño a Raquelita por Ana, pero tú ni siquiera lo sabías.
¡La niña de aquel año fue Raquel!
No Ana, sino Raquel.
Los dedos largos de Alberto repentinamente se cerraron en un puño, ¿cómo pudo haber sido así? Resulta que, la niña de aquel año era Raquel.
Él se había equivocado.
Durante tantos años, él se había equivocado.
Raquel miró a Alberto y comenzó a hablar lentamente: -Alberto, soy yo.
El cuerpo imponente de Alberto se paralizó.
Los ojos pálidos de Raquel lentamente se enrojecieron: -La niña que te salvó en la cueva aquel año fui yo, Alberto, ¿a dónde fuiste después de eso, sabes cuánto tiempo te esperé?
-Dijiste que me llevarías, dijiste que me darías un hogar, prometiste que nunca me dejarías, he guardado tus promesas en mi corazón.
Alberto tenía muchas cosas que quería decir en ese momento, el rostro hermoso de Raquel finalmente se superpuso con el de la niña en la cueva.
Sus promesas a ella, claras como el día.
Los ojos rojos de Raquel se cubrieron con una capa de lágrimas brillantes: -Te esperé mucho tiempo, no viniste, así que fui a buscarte.
–Seguí tus huellas, caminé un largo camino, pase por muchas ciudades, vi tu foto en el escaparate de la Universidad de Harvard, empecé a saber tu nombre, resulta que te llamas Alberto, conocí todo sobre ti.
-Más tarde, escuché que te habías convertido en un vegetal, la familia Pérez me pidió que me casara contigo, así que vine, Alberto, he cruzado montañas y ríos solo para estar a tu lado.
Alberto no pudo llevarse a Raquel aquel año, así que Raquel fue a buscarlo.
Esa búsqueda duró más de una década.
Raquel caminó un largo y arduo camino, finalmente llegando a su lado.
Alberto escuchaba todo esto incrédulo, resulta que nunca la había llevado a casa.
La había dejado sola y abandonada.
Había permitido que Ana creciera a su lado, mientras dejaba que Raquel creciera como una mala hierba en el exterior.
Ella llegó a su lado, y él no pudo reconocerla.
El corazón de Alberto era como si una cuchilla afilada lo hubiera atravesado, esa cuchilla giraba repetidamente en su corazón, retorciéndolo con un dolor que le hacía dudar entre la vida y la muerte, un dolor que penetraba hasta el fondo de su alma.
Alberto avanzó, extendió la mano y tomó los hombros de Raquel: -Raquel, lo siento… no sabía, que eras tú…
Raquel miró a Alberto, y con una sonrisa entre lágrimas, dijo: -Alberto, te he guardado rencor y te he odiado, resentida por tu olvido, enfadada por tu desapego. [1
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