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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 10

Capítulo 10

Isaac frunció el ceño con un leve gesto, sumido en sus cavilaciones.

La mujer de hacía un momento parecía huir de alguien, esquivando presencias como sombra escurridiza. ¿Sería el presidente Espinosa el motivo de su cautela?

Dentro del auto, Valentín deslizaba el dedo por la pantalla de su celular, alternando entre correos laborales y la ventana de WhatsApp que lo tenía inquieto.

Cada pocos minutos, sus ojos regresaban a lo mismo, como atrapados en un bucle.

¿Y si el teléfono de Esmeralda se averió?

No había ni rastro de un mensaje suyo.

O tal vez se quedó sin saldo, pensó, con un dejo de impaciencia.

Abrió la aplicación de recargas y, con un movimiento rápido, transfirió mil pesos a su número. -Valentín, ese hombre de la familia Santana¿quién era? ¿Lo conoces?

-No me suena -respondió él, frunciendo el ceño-. Quizá sea algún empresario con el que alguna vez descarté hacer tratos.

Jazmín asintió, su mirada se deslizó hacia el celular de Valentín, aún detenido en el chat de Esmeralda.

-Esme¿todavía está enojada? ¿Crees que esta vez va en serio?

-Pfft, siempre se enoja de verdad -replicó él con un bufido-. Pero al cabo de unos días regresa, admite que se equivocó y listo.

-No esta vez se siente diferente, ¿no te parece?

-¿Diferente en qué?

Valentín cortó la conversación, exasperado, y tecleó un mensaje con dedos crispados.

[Si no piensas volver, mejor no lo hagas nunca.]

Lo envió.

Un signo de exclamación rojo brilló en la pantalla como una advertencia.

Se quedó inmóvil, los ojos fijos en el dispositivo.

¿Esto qué es?

¿Me bloqueó?

¡Qué descaro!

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Capitulo 10

Últimamente la había consentido demasiado, y ahora ella se creía con derecho a todo.

¡No se puede malcriar a las mujeres así!

Respiró hondo, conteniendo la furia, y marcó el número de su asistente.

-Congela todas las tarjetas a nombre de Esmeralda.

No imaginaba que, sin un peso, ella no regresaría corriendo a su lado.

Cuando Valentín llegó a casa, la nueva niñera lidiaba con Pablo, intentando que abriera la boca

para comer.

-Pablo, querido, solo una cucharadita, por favor

-¡No quiero! Esto sabe feo, no voy a comer -gritó Pablo, lanzando un juguete que pasó zumbando cerca de la niñera.

Al verlo entrar, la mujer suspiró aliviada, como si él fuera un faro en la tormenta.

-Señor, qué bueno que llegó. Por favor, ayúdeme con el pequeño, no quiere comer ni tomar su

medicina.

Valentín, ya de por irritado, contempló el caos: juguetes desperdigados por la sala como restos de un naufragio, y su hijo berreando sin control. El nudo en su pecho se apretó.

-¡Pablo!

Su voz retumbó como trueno, y el llanto cesó al instante.

Pablo, entre hipos, levantó los ojos acuosos hacia su padre, temblando.

—Papáno quiero comer ni tomar medicina.

-¿Por qué no?

-Sabe horrible -sollozó-. La medicina tambiénbuuuh, sabe mal.

Valentín apretó los dientes, conteniendo la réplica que le quemaba la lengua.

-No es la primera vez que te enfermas.

-Antes mamá me daba medicina que sabía rica -gimoteó Pablo, sorbiendo mocos.

-¡Eso es ridículo!

Las medicinas venían del hospital, siempre iguales. ¿Qué diferencia podía haber?

Tomó el tazón de las manos de la niñera con un gesto brusco.

-Ven aquí y come esto primero.

Pablo negó con la cabeza, obstinado.

-No quiero, no sabe bien. Quiero la comida de mamá.

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