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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 114

Capítulo 114

Esmeralda se despidió de Samuel con un susurro cargado de culpa, mientras el bullicio del aeropuerto zumbaba a su alrededor.

-Lo siento tanto, Hermano Samuel, otra vez te estoy dando molestias.

-No digas esorespondió él, y aunque las ojeras marcaban su agotamiento, una chispa de calidez asomó en su sonrisa agotada.

Solo con Esmeralda, aquel Samuel de porte severo y ademanes rígidos dejaba entrever una faceta más suave, como si ella fuera un refugio en su mundo de bisturís y urgencias.

-Aun con todo lo que tengo encima, siempre encontraré un momento para ayudarte. No te

afanes tanto.

-Gracias-Esmeralda inclinó la cabeza, su gratitud danzando en el brillo de sus ojos.

-Por cierto, ¿qué pasa con el maestro? Aún no ha vuelto, ¿verdad? ¿Cómo llevas el desastre que dejó?

Sabiendo que se refería al embrollo de Úrsula Santana, ella respondió con una seriedad que

endureció sus facciones:

-Todo está bajo control por ahora. Pronto la señora estará de pie otra vez.

-Bien -Samuel asintió, satisfecho-. Te has esforzado mucho.

Esmeralda negó con un gesto leve, pero entonces un pensamiento cruzó su mente como un relámpago.

-¿Y qué ha estado haciendo Hermano Ezequiel últimamente?

-¿Qué más podría ser? -Samuel dejó escapar una risa seca-. Andará perdido entre sus pócimas y antídotos, como siempre.

Sacudió la cabeza, desestimando con un ademán los afanes de Ezequiel.

-¿De qué sirven esas investigaciones? Hoy en día, ¿quién se envenena con esas rarezas?

Esmeralda esbozó una sonrisa tensa, atrapada en la ironía. Estuvo a punto de confesarle que , que había alguien, y que ese alguien orbitaba demasiado cerca de su vida.

Acompañar a Samuel al aeropuerto y volver le robó casi dos horas, un trayecto salpicado de silencios y el murmullo del motor.

Cuando Esmeralda regresó al hospital, el aire fresco del pasillo la recibió. Pablo ya estaba despierto, y los médicos habían dado luz verde para las visitas.

Antes de cruzar el umbral, la voz vivaz de Jazmín se coló por la rendija de la puerta.

-¡Pablo, mira este Ironman! ¿No es tu favorito? Lo traje especialmente desde Disneyland para

  1. ti.

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-¡Wow! Jaz, eres lo máximo -respondió Pablo, su entusiasmo resonando con una claridad que sorprendió a Esmeralda.

Hermano Samuel era, sin duda, un maestro en su arte, pensó ella. Si hubiera sido su mano la que tratara a Pablo, la recuperación no habría sido tan fulminante.

Se detuvo en la entrada, dudando si dar un paso más o simplemente desvanecerse en el pasillo.

-¿Esme? -Valentín la divisó a través del cristal y se apresuró a abrir la puerta, con un nerviosismo que delataba su inquietud.

-Jazmín solo vino a ver cómo está el pequeño, nada más.

Jazmín, sentada al borde de la cama, se puso de pie en un salto, como si la hubieran sorprendido en falta.

-Esme, no pienses mal. Solo vine porque estaba preocupada por Pablo, te lo juro.

Esmeralda no respondió. Entró con una calma gélida, su rostro una máscara impenetrable.

Pablo, que llevaba días sin ver a su madre, alzó la mirada con un destello de alegría, pero al toparse con esa frialdad se encogió, tembloroso.

-Mamá, das miedo

Y, en un gesto instintivo, sus deditos se aferraron al vestido de Jazmín.

-Jaz, tengo miedo.

-No te preocupes, Pablo, todo está bien -dijo Jazmín, sentándose de nuevo a su lado, acariciándole la mano con ternura para apaciguarlo.

Desde fuera, cualquiera habría jurado que eran madre e hijo, tan natural era la escena.

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