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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 125

Capítulo 125

Valentín tardó un instante en hallar su voz, que emergió ronca, como si el aire se resistiera a salir de su garganta.

-Está bien, ve por el autoordenó, con un hilo de esperanza teñido de incredulidad.

No podía ser ella. No podía ser Esmeralda. Tal vez, en el fondo, todo era una artimaña suya, una broma cruel para desquitarse en un día tan señalado como la cotización del Grupo Espinosa. , eso tenía que ser. Ella, con su ingenio sutil, estaría esperándolo para verlo derrumbarse y luego reírse de él. Decidió que iría en persona a desenmascarar ese juego, a confirmar qué estaba tramando Esmeralda esta vez.

Jazmín, por su parte, ardía en deseos de acompañarlo, ansiosa por comprobar con sus propios ojos si realmente se trataba de ella. Pero Valentín, con Pablo aún presente, le pidió que se quedara a manejar los restos del evento que colgaban en el aire como un lienzo a medio pintar.

-No te preocupes, Valentín, yo me encargo de todo aquí -respondió ella, su voz suave como una caricia calculada-. Ve y asegúrate de que no sea Esme. Así los dos podremos respirar tranquilos.

Sin embargo, no pudo contener un lamento que destilaba reproche:

-Esme, de verdadjusto hoy, un día tan crucial, y mira el desastre que dejó. Esto va a golpear duro a la empresa.

-Basta cortó Valentín, tajante, sus ojos oscurecidos por una mezcla de disgusto e impaciencia.

En un momento así, cuando todo pendía de un hilo, ¿cómo podía Jazmín limitarse a señalar culpas? ¿Acaso no sentía nada?

El auto surcó la carretera como un relámpago, y en el trayecto, las memorias de Esmeralda se deslizaron en la mente de Valentín como pinceladas de un cuadro que había olvidado admirar. Sus palabras, cargadas de verdad, resonaban ahora con una claridad dolorosa.

Ella tenía razón: el peso de sus errores era suyo y de nadie más. Había volcado su vida en el trabajo, dejando que Esmeralda cargara sola el hogar, ignorando sus silencios, sus anhelos. En ese instante, mientras el paisaje se desdibujaba tras la ventana, se juró a mismo que, al aclararse este malentendido, la compensaría hasta borrar cada herida. ¿No había mencionado ella las Maldivas alguna vez? Perfecto. En cuanto pasaran estos días de tormenta, la llevaría allí, y llenaría sus días con todos los regalos que ella merecía.

-Señor Espinosa -interrumpió el asistente, deteniendo el auto con suavidad-. Hemos llegado. Valentín regresó al presente con un sobresalto, abrió la puerta con dedos torpes y avanzó hacia la morgue con pasos que parecían hundirse en arena.

Dentro, el ventilador zumbaba -bzzzz-, un sonido monótono que llenaba el aire cargado de

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Capítulo 125

asepsia. Al cruzar el umbral, una corriente helada trepó por su espalda, como si el lugar mismo lo advirtiera de lo inevitable. En el centro de la sala, una camilla sostenía un cuerpo cubierto por una sábana blanca, inmóvil como una estatua bajo un sudario.

-¿Viene a identificar un cuerpo? Pase -dijo el empleado con una voz neutra, casi mecánica.

Valentín vaciló, los segundos estirándose como eternidades, pero finalmente dio un paso al frente. Cuando el empleado retiró la sábana, un crujido pareció resonar en su propio cuello, aunque no había sonido alguno. Allí estaba ella, la mujer con la que había compartido siete años de vida, ahora pálida, silente, un eco apagado de quien solía ser. Su mente se nubló, su visión se deshizo en fragmentos borrosos mientras la miraba, petrificado.

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