Capítulo 127
Valentín aferró el brazo de Margarita con una mezcla de urgencia y desamparo, sus ojos brillaban con una esperanza frágil, casi palpable, que se resistía a apagarse.
–
Espero que me digas que está afuera, esperándome -su voz tembló, cargada de anhelo.
Pero la verdad se alzaba como un muro infranqueable. El rostro de Margarita se ensombreció
al escuchar ese nombre, sus facciones endureciéndose en una mueca de dolor contenido. A su lado, Rubén dejó escapar un suspiro hondo, como si el aire mismo le pesara.
La chispa en los ojos de Valentín titubeó y comenzó a desvanecerse. Apretó la mano de su madre con más fuerza, buscando anclarse a algo sólido.
-¿Dónde está Esme? ¡Mamá, por favor, dime algo!
-No te alteres así, hijo.
Margarita exhaló un suspiro suave y acarició la mano de Valentín con ternura, aunque su mirada reflejaba una resignación amarga.
-Sé que es duro de golpe, pero los que se van no vuelven. Hay que aprender a soltar, ¿no crees? Un zumbido agudo, como un enjambre enfurecido, irrumpió en la mente de Valentín. Se llevó las manos a los oídos, sus ojos desorbitados por el pánico y una incredulidad que lo
consumía.
Margarita, al ver a su hijo desmoronarse, sintió un nudo en el pecho. La tristeza se mezcló con un reproche que no pudo contener, y su voz se tiñó de resentimiento.
-¿Cómo pudo hacernos esto? ¿Qué, no había otra salida más que quitarse la vida?
-Y justo en un día así, tan decisivo para tu carrera, para todo lo que has construido.
-Ella decidió irse, y punto. Pero ¿ahora qué vas a hacer tú? ¿Y Pablo? Ni siquiera pensó en lo que dejaba atrás.
-Esa clase de egoísmo… hasta en la muerte, no merece que la lamentemos. Ella misma se lo buscó.
Rubén, incapaz de seguir escuchando, dio un paso adelante con el semblante crispado.
-¡Ya para con esas barbaridades! ¡La pobre ya no está, ten un poco de respeto!
Margarita alzó una ceja, incrédula, y cruzó los brazos con desprecio.
-¿Respeto? Solo digo lo que es cierto, ¿o qué, ahora no puedo hablar de alguien que nos abandonó sin más?
-Esto pasa por elegir una nuera sin raíces. Sin padres que la guiaran, ¿qué podíamos esperar?
-¡Cállate de una vez!
18:50
Capítulo 127
La furia de Rubén estalló, su voz resonando como un trueno. Miró a su esposa, obstinada e irracional, y luego a su hijo, hundido en su propia tormenta, y sintió un peso aplastante en el alma.
-¡Se acabó! ¡No me meto más en sus líos! Hagan lo que quieran con sus vidas.
No podía comprenderlo. Habían tenido una nuera excepcional, y en lugar de cuidarla, la habían empujado al abismo. Un hogar que pudo ser un refugio, reducido a escombros.
-¿Y ahora a dónde vas?
Margarita vio a Rubén marcharse con paso firme y frunció el ceño, desconcertada.
-Todo esto es culpa de tu padre -masculló con fastidio-. Si no se hubiera empecinado en aceptar ese matrimonio, Esmeralda nunca habría entrado en esta familia.
Valentín permanecía cabizbajo, su rostro pálido como la ceniza, sin rastro de vida. Sus labios temblaban mientras luchaba por digerir la noticia que lo desgarraba.
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