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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 128

Capítulo 128

-¡Ustedes son unos asesinos, todos y cada uno de ustedes!

-¿De qué hablas, Estefanía? Esmeralda decidió quitarse la vida. ¿Cómo te atreves a llamarnos asesinos?

Estefanía dejó escapar una risa cargada de amargura, mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas como hilos de cristal roto. Con un gesto rápido, se las enjugó con el dorso de la mano, su mirada endurecida por el dolor.

-Sí, ella se suicidó, pero ¿quién la llevó a ese abismo? ¡Fueron ustedes! ¡Fuiste , Valentín!

Con un temblor que le nacía del alma, señaló a Valentín, su dedo firme como una acusación tallada en piedra.

-Valentín, si no fuera porque matar es un delito, juro que ahorita mismo tomaría un cuchillo y te lo clavaría en el pecho.

Valentín seguía inmóvil, atrapado en la misma postura que había adoptado tras la bofetada, como si su cuerpo se hubiera rendido a la vida, un eco vacío de lo que alguna vez fue.

Estefanía se mordió el labio con fuerza, luchando por contener el torbellino que la desgarraba por dentro, mientras su voz se quebraba como vidrio bajo presión.

-Nunca conocí a un hombre tan vil como . Esme te dio todo, te amó con cada fibra de su ser, dejó pedazos de misma para estar a tu lado. ¿Y así le pagaste?

-¿Si no la querías, por qué te casaste con ella?

Las palabras lo atravesaron como un relámpago. Valentín alzó la cabeza lentamente, y en sus ojos, antes nublados por la derrota, brilló un destello de resolución.

-No, no es cierto. Yo la amaba, siempre la he amado con todo lo que soy.

-Entonces, ¿por qué la traicionaste?

-¡Jamás le fui infiel!

La voz de Valentín, ronca y firme, resonó con una convicción que parecía brotar desde lo más hondo de su ser.

-No hice nada que la traicionara. La amaba demasiado, nunca habría sido capaz de lastimarla

así

Pero mientras hablaba, su certeza se deshizo en el aire, y su voz se apagó como una vela al

viento.

-Sé que fue mi culpa, que la defraudé. No debí actuar como lo hice

Al final, solo quedó el eco de sus sollozos, un lamento que llenaba la habitación como una marea implacable.

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Capitulo 128

Estefanía, testigo de aquella escena, no pudo reprimir una risa seca, cargada de desprecio. Todo llegaba demasiado tarde. ¿De qué servían ahora esas palabras?

Inhaló profundamente, buscando calmar la tormenta que rugía en su pecho.

-Valentín, nunca vas a encontrar paz en tu vida.

-Prepárate para cargar con el tormento de haberla llevado a la muerte por el resto de tus días.

Cuando Estefanía se marchó, Margarita no pudo contenerse más y rompió el silencio.

-¡Qué disparate! ¿Tormento? ¡Por favor, qué exageración!

-Hijo, no le hagas caso a esas tonterías. Vamos a salir adelante, y luego mamá te buscará a alguien que valga la pena.

-Mamá.

Valentín la cortó en seco, su voz teñida de una frialdad que helaba el aire.

-Vete de aquí.

Margarita se quedó sin palabras, boquiabierta ante la orden.

-No, déjame quedarme. Quiero cuidarte.

-¡Te dije que te vayas!

El grito la hizo retroceder. Tras un instante de vacilación, asintió con resignación y salió de la habitación, sus pasos resonando en el pasillo.

Un silencio inquietante se adueñó del lugar, tan denso que parecía tener peso propio.

Valentín apretó una mano contra su pecho, donde el dolor latía como un tambor roto, y finalmente se derrumbó en un llanto desgarrador, un río de lágrimas que arrastraba consigo

toda su alma.

El timbre del teléfono irrumpió en su desconsuelo. Era su asistente. Con esfuerzo, se secó las lágrimas y contestó.

-¿Sí?

-Señor Espinosa

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