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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 134

Capítulo 134

Isaac inclinó la cabeza con un destello fugaz en la mirada, tomando un sorbo de café mientras sus dedos rozaban el borde cálido de la taza.

-¿Así que ya lo superaste?

-Perder a mi amada esposa¿cómo podría dejarlo atrás tan pronto? Es solo que

La mano de Isaac se cerró con más fuerza alrededor de la porcelana, un movimiento casi imperceptible. En su interior, una inquietud lo carcomía: el temor de que Valentín descubriera demasiado pronto que Esmeralda seguía viva y regresara a perturbar su frágil calma.

-Solo no logro entender por qué se fue así, de la nada.

Una risa breve y mordaz escapó de los labios de Isaac.

-¿Algo que el gran señor Espinosa no comprende? No me digas que vienes a consultármelo a . ¿No era ella el amor de tu vida?

-Yo

Valentín titubeó, atrapado por un aguijón de culpa. Después de todo, el mundo entero sabía que él había sido quien llevó a Esmeralda al borde del abismo. Por más que jurara su amor, sus palabras resonaban vacías, huecas ante los demás. Tras inhalar profundamente, decidió ir al

grano.

-¿Podría el señor Santana contarme cómo conoció a mi esposa?

La taza descendió con suavidad sobre el escritorio de madera rojiza, liberando un eco seco que destilaba hastío. Isaac alzó la vista, sus ojos encendidos con un brillo helado y cortante.

-¿Me estás interrogando?

A un lado, Carmelo intervino con tono firme, cargado de autoridad serena.

-Señor Espinosa, me parece que no está en posición de hablarle así al señor Santana, ¿no

cree?

Por lo general, Valentín ingresaba al dominio del Grupo Santana con una reverencia casi instintiva. Pero hoy era diferente. Las dudas lo corroían: por qué había muerto Esmeralda, cómo había sucedido todo. Necesitaba respuestas.

-Discúlpeme -respondió, aunque su postura dejaba claro que no daría marcha atrás-. Señor Santana, puede hacer conmigo lo que guste, pero solo quiero saber la verdad sobre mi esposa.

Un silencio denso se apoderó de la habitación, como si el aire mismo se hubiera detenido, cargado de una quietud que erizaba la piel. Carmelo aguardó, convencido de Isaac

que estallaría y llamaría a alguien para poner fin a la escena. Pero entonces

-La señorita Loyola y yo éramos amigos.

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Capítulo 134

-¿Señorita Loyola?

Valentín apretó el puño con disimulo, una chispa de molestia cruzando su rostro. Que Isaac la llamara así, ignorando su apellido de casada, le parecía una afrenta.

Isaac se recostó en su silla, entrelazando las manos frente a él con una indiferencia calculada.

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