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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 141

Capítulo 141

Alejandro clavó los ojos en el rostro de Esmeralda, buscando descifrar sus facciones.

Por desgracia, la mascarilla que ella llevaba cubría gran parte de su expresión, y el flequillo, cayendo como un velo sobre su frente, apenas dejaba entrever sus rasgos.

-¿En qué estás pensando?

Esmeralda arrugó el ceño, irritada ante el silencio de Alejandro, que parecía perdido a pesar de sus insistentes llamados. Su voz se alzó un poco, cortando el aire húmedo de la montaña.

Alejandro parpadeó, regresando al presente con un sobresalto.

-Disculpa, disculpa.

-Te estoy preguntando, ¿dónde te mordieron?

-Aquí, en el tobilloay.

Alejandro levantó la pernera del pantalón y señaló la herida, apretando los dientes mientras una punzada de dolor le recorría la pierna.

-¿Recuerdas qué te mordió?

-Era un bicho negro, grandecreo que tenía muchas patas.

-Ajá.

Esmeralda asintió con un tono seco, casi indiferente, mientras observaba la lesión con ojo clínico. En las montañas, los insectos y las serpientes eran tan comunes como el canto de las aves. Aunque no era una experta en venenos, los años junto a su hermano Isidro le habían enseñado lo suficiente para no alarmarse.

-No te preocupes, no es para tanto.

Con calma, extrajo unas finas agujas de plata de su bolso y las hundió con precisión en la piel inflamada de Alejandro. En un parpadeo, una gota de sangre oscura brotó de la herida, como si la montaña misma exhalara un secreto.

Alejandro relajó el rostro al instante, sorprendido.

-¡Órale! Ya no duele. ¿Cómo lo hiciste?

-Es un don que tengo.

Esmeralda respondió con desgano, sus ojos ya vagando por el entorno, escudriñando entre la

maleza.

-¿Qué estás buscando?

-A tres pasos siempre hay un remedio. Vamos a ver si encuentro alguna planta que termine de ayudarte.

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Capitulo 141

Apenas terminó de hablar, divisó una mata de hojas verdes a pocos metros. Se acercó con paso seguro, arrancó un puñado y lo frotó entre sus dedos. Un jugo esmeralda tiñó su piel; tras asegurarse de su pureza, lo aplicó con suavidad sobre el tobillo de Alejandro.

-¿Qué es eso?

-Un remedio natural para el veneno y el dolor. Esto que te picó no es gran cosa. Déjame ver tu pierna.

Examinó con cuidado las contusiones que salpicaban la piel de Alejandro. El roce de sus dedos era firme pero delicado, confirmando que, aunque había moretones, los huesos estaban intactos. Esmeralda dejó escapar un suspiro leve, aliviada.

Señaló un sendero que serpenteaba entre los árboles.

-Sigue por ahí. Camina unos diez minutos y llegarás a la carretera. Desde allí puedes pedir que

te recojan.

Alejandro asintió con entusiasmo, todavía maravillado.

-¡Perfecto! Muchas gracias, señorita. Hoy me salvaste la vida. ¿Cómo te llamas? Me

encantaría darte las gracias como se debe, hasta en público si quieres.

Esmeralda bajó la mirada, esquivando sus ojos con un gesto casi instintivo.

-No es necesario.

Su voz sonó fría, cortante como el viento que agitaba las ramas. Sin más, dio media vuelta y comenzó a alejarse con pasos rápidos.

-¡Espera!

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