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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 142

Capítulo 142

El sol comenzaba a deslizarse tras las montañas cuando Esmeralda regresó junto a Isaac y Araceli. Los encontró de pie, inmóviles como estatuas, con idénticas expresiones de inquietud pintadas en sus rostros.

-Ya está todo resuelto. Vámonos.

-Tía, ¿fuiste a salvar a alguien? -preguntó Araceli, sus ojos brillando de curiosidad.

-Sí, algo por el estilo.

La pequeña guardó silencio un instante, luego asintió con solemnidad, como si acabara de tomar una gran decisión. Esmeralda, intrigada, alzó la mirada hacia Isaac.

Él sonrió con suavidad.

-Se puso a interrogarme sobre qué hacías. Le dije que estabas salvando a alguien, y de repente esta pequeña gritó que quiere ser doctora cuando crezca.

-¿Y luego?

-Le expliqué que para ser doctora tiene que estudiar muchísimo y dejar de lado esos cómics absurdos que lee con su tía.

Esmeralda no pudo reprimir una sonrisa. El siempre impecable señor Santana, con su aire de seriedad, parecía haber encontrado un talento oculto para negociar con niños. Araceli, entretanto, mantenía la cabeza gacha, sumida en sus pensamientos. De pronto, levantó una manita y tomó la de Isaac con determinación.

-Tío, vámonos a casa temprano hoy. Quiero empezar a estudiar.

-Claro, cuando quieras -respondió él, conteniendo una risita mientras le guiñaba un ojo a

Esmeralda.

Ambos compartieron una mirada cómplice, un destello de ternura que iluminó el momento. Pero mientras sus labios dibujaban sonrisas, un recuerdo atravesó la mente de Esmeralda como un relámpago silencioso: Pablo. Su pequeño Pablo, cuando apenas tenía dos o tres años, tambaleándose con pasitos torpes y palabras a medio formar. Ella lo cuidaba entonces, afanada en la cocina, preparando tres comidas al día para Valentín, cuyos dolores de estómago la tenían siempre en vilo. Con manos pacientes, trituraba hierbas y medía porciones, todo para aliviarlo.

En esos días, Pablo, con su corazón enorme atrapado en un cuerpo diminuto, se preocupaba por ella. Arrastraba un banquito hasta el dispensador de agua, subiéndose con esfuerzo para llenarle un vaso tembloroso.

-Mamá, te has cansado mucho -decía, su vocecita como un eco de inocencia.

-Mami, te traje agua para que bebas.

-Mari, cuando crezca quiero ser cocinero¡no, chef! Así mamá no tendrá que cocinar más.

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Capítulo 142

Esmeralda vivía entonces con la dulce ilusión de verlo crecer, de ver esas promesas infantiles florecer. Una brisa tibia le rozó los hombros, y por un instante sintió como si una mano invisible descansara sobre ellos, consolándola. Al volver en , encontró los ojos de Isaac fijos en ella, cargados de una preocupación muda. No dijo nada, pero ella supo que él entendía el rumbo de sus pensamientos.

-¿Tienes hambre? -preguntó él en un susurro, rompiendo el hechizo-. Noté que al llegar había un restaurante de comida casera al pie de la montaña.

-Sí, lo hay -respondió Esmeralda, esbozando una sonrisa tenue-. He comido allí antes. Sirven verduras silvestres que no encuentras en la ciudad. Vamos, llevemos a Araceli para que descubra algo nuevo.

-¡Sí! ¡A aprender cosas nuevas! exclamó la niña, ajena a las sombras del pasado, tomando con entusiasmo las manos de ambos. ¡Vamos con el tío y la tía!

Brincando de alegría, los guio cuesta abajo, sus risas resonando como campanitas en el aire

fresco.

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