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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 150

Capítulo 150

El paparazzi, al escuchar aquellas palabras, dejó caer los hombros, resignado. Su día, al parecer, terminaría sin una sola imagen que valiera la pena. Antes de que Esmeralda se alejara por completo, alzó la voz con un dejo de urgencia, advirtiéndole que no era el único tras los pasos de Estefanía; otros colegas de distintos medios rondaban el hospital, y quizás alguno ya había capturado el ansiado instante.

Esmeralda sintió un nudo en el pecho. No podía permitir que su amiga quedara a merced de esos buitres. Sin perder un segundo, se encaminó con determinación al tercer piso, donde el bullicio del hospital la envolvió como un manto caótico.

El tercer piso era un hervidero de rostros y pasos apresurados. Mientras subía, Esmeralda recorría con la mirada cada rincón, buscando a Estefanía sin delatar su propia identidad bajo la gorra y la mascarilla. No había avanzado demasiado cuando una sensación inquietante la detuvo en seco.

A lo largo del pasillo, en ambos extremos, varios hombres parecían desentonar con el vaivén natural del lugar. No era extraño ver hombres en un hospital de maternidad, pero estos estaban solos, sin compañía, con las manos vacías y los ojos inquietos, escudriñando a su alrededor. Una sospecha se alzó en su mente como una chispa.

Esmeralda afinó la vista, evaluando cada detalle con precisión. Dedujo que Estefanía, alertada por la presencia de esos fisgones, estaría escondida, esperando el momento justo para deslizarse fuera de su alcance. Los paparazzi, por su parte, acechaban como sombras pacientes en las afueras.

Tras un instante de reflexión, un plan tomó forma en su cabeza, tan claro como un lienzo recién trazado.

Minutos después, una voz estentórea resonó cerca del ascensor, cortando el murmullo del pasillo:

-¡Estefanía!

-¡Estefanía, espera, no te vayas!

Las palabras apenas terminaron de sonar cuando todas las cabezas se giraron hacia el origen del grito. Los hombres sospechosos, como perros tras una presa, echaron a correr sin dudarlo, atraídos por el cebo. Alcanzaron a ver las puertas del ascensor cerrándose y, sin pensarlo, se lanzaron hacia las escaleras de emergencia, sus pasos resonando como un tambor desbocado.

Esmeralda no desaprovechó el instante. Corrió con agilidad hacia uno de los consultorios, el único que había permanecido en silencio, con la puerta cerrada y sin movimiento alguno. Empujó la hoja de madera y allí, en el centro de la habitación, estaba Estefanía, paseándose de un lado a otro, con los nervios pintados en cada gesto.

Había sido un cálculo sencillo: los demás consultorios bullían con pacientes entrando y

Capítulo 150

saliendo, pero este guardaba un mutismo revelador. Conociendo a Estefanía desde hacía tantos años, Esmeralda sabía que su amiga optaría por refugiarse, agazapada, hasta hallar una rendija por donde escapar.

-Ven conmigo.

Esmeralda bajó la voz hasta un susurro firme, dio un paso adelante y tomó a Estefanía por el brazo, sacándola de su trance. La sorpresa apenas le dio tiempo a reaccionar; con un movimiento rápido, se ajustó la gorra y siguió a Esmeralda a paso ligero.

Por fortuna, el hospital era un laberinto de corredores. Esmeralda la guio por una ruta alterna hacia las escaleras, ascendieron al piso superior y luego tomaron un ascensor reservado para el personal médico, que las llevó directo al estacionamiento subterráneo.

Tras tanta carrera, Estefanía jadeaba, el aire apenas alcanzándole.

-Espera, espera un momento.

Con un gesto débil, detuvo a Esmeralda, que ya estaba a punto de seguir avanzando, y la miró fijamente, los ojos temblándole de incredulidad.

-Esmeralda, ¿eres ?

Su voz vibró, quebrada por la emoción, mientras un torbellino de sentimientos la recorría. ¿Cómo no iba a estremecerse al ver viva a alguien a quien había llorado como muerta?

Conteniendo las lágrimas, sus ojos se tiñeron de rojo. Apretó el brazo de Esmeralda con fuerza, como si temiera que se desvaneciera.

-¡Habla, por favor!

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