Capítulo 175
Margarita compuso una expresión de falsa angustia mientras sus manos temblorosas se agitaban en el aire, gesticulando con desesperación teatral que contrastaba con la astucia calculadora en sus ojos.
-¡Por favor, señora Santana, esto es un terrible malentendido! Jamás tuve segunda intención con mis palabras. Somos madres después de todo, y usted comprende que cada palabra, cada acción que ejecutamos es únicamente por el bienestar de nuestros hijos, ¿no comparte mi sentir?
La mirada de la señora Santana se tornó aún más gélida, evaluando a la mujer frente a ella con un desprecio apenas contenido. Ambas compartían la maternidad como vínculo, pero jamás había encontrado un ser tan despiadado bajo ese manto sagrado.
-Margarita, ocupate de tus propios asuntos.
Tras pronunciar estas palabras con precisión cortante, la señora Santana dio media vuelta, rehusándose a desperdiciar un segundo más de su valioso tiempo con semejante persona.
Margarita intentó seguirla con pasos apresurados, pero al avanzar, un dolor punzante atravesó su rodilla como una corriente eléctrica. Su rostro se contrajo en una mueca mientras sus dedos se aferraban a la articulación adolorida, emitiendo quejidos lastimeros que resonaron en el recinto vacío.
Al cruzar el umbral del templo, la señora Santana inhaló profundamente, llenando sus pulmones con el aire exterior. La ironía no escapaba a su percepción: ni siquiera en la serenidad prometida por el templo había logrado encontrar un momento de verdadera tranquilidad.
Con movimientos precisos, extrajo su teléfono del bolso y localizó el contacto de Isaac para realizar una llamada. A esta hora, él debería estar descendiendo del avión.
La comunicación se desvió automáticamente al buzón de voz, y la señora Santana dejó un mensaje con voz implacable:
-Comunícate conmigo en cuanto aterrices, tenemos asuntos pendientes que requieren solución inmediata.
Esmeralda aguardaba pacientemente en la entrada del templo, escrutando el horizonte en busca de la señora Santana y su comitiva. Al constatar que aún no aparecían, decidió contactar a Estefanía.
-Mañana el jardín infantil de Pablo ha organizado una excursión educativa al museo de ciencias. He coordinado todos los detalles necesarios; cuando arriben al museo, habrá alguien para asistirte con su traslado.
Entendido.
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Capitulo 175
Tras un breve silencio contemplativo al otro lado de la línea, Estefanía manifestó su inquietud
con voz cautelosa:
-Esme, necesito tu honestidad absoluta. ¿Realmente has logrado desprenderte emocionalmente de ambos?
-¿Disculpa?
-No, estoy segura que has superado a Valentín, pero ¿también a Pablo?
Esmeralda permaneció confundida ante el cuestionamiento inesperado.
Estefanía exhaló profundamente antes de compartir su preocupación genuina.
-He observado innumerables madres cuya capacidad de razonamiento se evapora cuando se trata de sus hijos. Esme, has construido trabajosamente una nueva existencia, me aterroriza la posibilidad de verte atrapada nuevamente en ese ciclo destructivo.
Una risa suave, casi melancólica, escapó de los labios de Esmeralda ante tal suposición.
-Si tu propio hijo colaborara activamente en falsificar evidencia sobre tu supuesta infidelidad, si pronunciara calumnias públicas para destruir tu reputación, ¿conservarías algún vestigio de
afecto maternal hacia esa criatura?
Estefanía presionó sus labios en una línea tensa.
“Tiene absoluta razón, estoy exagerando innecesariamente“, pensó.
Cada fragmento del sufrimiento de Esme había sido infligido precisamente por ese padre y ese hijo. Si había llegado al extremo de simular su propia muerte, su determinación resultaba innegable.
-Comprendo perfectamente ahora -Estefanía respiró profundamente, recomponiéndose-. Despreocúpate, me encargaré de gestionar todo el procedimiento.
-Perfecto.
Esmeralda sabía que la profundidad de su vínculo con Estefanía hacía innecesaria cualquier expresión formal de gratitud.
Aquella noche, Esmeralda pernoctó en la residencia Santana.
Originalmente había proyectado regresar a su propio espacio, pero sucumbió ante la insistencia de la señora Santana, quien insistió en que tanto la abuela como la pequeña Araceli Salgado la añoraban intensamente, persuadiéndola finalmente a quedarse.
Considerando los acontecimientos programados para el día siguiente, Esmeralda concluyó que permanecer allí resultaba estratégicamente conveniente.
Si Estefanía requiriera su intervención en cualquier aspecto de la operación, podría acudir con premura desde esa ubicación.
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