Capítulo 179
-¿Qué te parece este lugar, Pablo? ¿Es de tu agrado?
Estefanía se aproximó al sofá con movimientos calculados, sosteniendo con delicadeza una copa de vino entre sus dedos estilizados mientras observaba al pequeño con atención
disimulada.
-¡Me fascinan, me fascinan! Señorita Estefi, eres extraordinaria. Estos juguetes son maravillosos. ¿Podría quedarme esta noche y no regresar a casa?
La mujer dio un sorbo pausado a su whisky, permitiendo que el líquido ambarino acariciara sus labios mientras sus ojos adquirían un matiz sombrío que contrastaba con la sonrisa
despectiva que se dibujó en su rostro.
-Por supuesto que puedes, pero si tu padre pregunta por qué estás bajo mi custodia…
-¡No hay problema!
Pablo alzó la barbilla con una arrogancia impropia de su edad y respondió con premura:
-Le explicaré a papá que me perdí y luego me encontré contigo en el museo de ciencias, y así llegué a tu casa.
Estefanía arqueó una ceja con elegancia estudiada, esbozando una sonrisa vacía de calidez mientras asentía con aprobación fingida.
-Qué astuto razonamiento.
Aquel era el pacto que habían sellado a cambio de las galletas entregadas en el vehículo momentos atrás. Pablo no podía contener su entusiasmo ante la perspectiva de permanecer allí jugando durante toda la noche. Estefanía lo observó de soslayo, captando su expresión vanidosa, y se acomodó en el sofá para distraerse con su teléfono.
Apenas transcurridos unos minutos, Pablo se aproximó corriendo hacia ella con impaciencia desbordante.
-Señorita Estefi, rechazo estos aperitivos, deseo probar la comida de mi madre.
Estefanía dejó escapar una risa cargada de desdén mientras lo miraba por encima de la pantalla de su dispositivo.
-Tu madre ya no existe en este mundo. ¿De dónde pretendes que obtenga sus preparaciones?
-¡No me interesa cómo lo hagas, no me importa!
Pablo comenzó a manifestar su frustración con movimientos bruscos, saltando repetidamente mientras esparcía las papitas por doquier, negándose rotundamente a ceder en su capricho infantil.
Estefanía contempló con furia creciente cómo los fragmentos de comida mancillaban su preciada alfombra de lana importada, sintiendo cómo la indignación ascendía por su
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Capitulo 179
garganta. ¡Condenado mocoso insufrible! Debía contener su temperamento. Cuando la estrategia trazada para hoy rindiera frutos, se encargaría de disciplinarlo adecuadamente.
-De acuerdo, comprendo tu petición.
Estefanía se incorporó con resignación estudiada.
-¿Anhelas degustar las recetas de tu madre? Dame unos instantes.
Se dirigió hacia la cocina y regresó poco después con una bandeja de muslos de pollo bañados en una salsa brillante cuyo color tentador y aroma envolvente bastaban para estimular el apetito más reticente.
Los ojos de Pablo resplandecieron instantáneamente ante la visión del manjar.
-¡Muslos de pollo! ¡Quiero probarlos inmediatamente!
-¿Deseas degustarlos? Entonces deberás colaborar conmigo en un pequeño asunto.
Estefanía mantuvo un tono seductor mientras depositaba el plato sobre la mesa con movimientos deliberadamente lentos.
Pablo se precipitó hacia allí con entusiasmo desbordante. No había ingerido alimento alguno durante la mañana debido a su rabieta, y el hambre ya atormentaba su estómago. Aquel muslo de pollo lucía exquisito, prácticamente idéntico a las preparaciones de su madre. Se preguntaba si también compartiría su sabor característico.
-¿En qué debo colaborar exactamente?
El niño comenzaba a mostrar signos evidentes de impaciencia mientras fruncía el ceño con disgusto.
-¡Ustedes los adultos resultan tan fastidiosos! Siempre me ponen a hacer cosas.
-¿Siempre, dices?
Estefanía elevó una ceja con curiosidad genuina.
-Además de mí, ¿quién más solicita tu asistencia?
-Jaz.
-¿Y qué tipo de favores te pide ella?
-Ella…
Justo cuando estaba a punto de revelar información confidencial, Pablo recordó la advertencia de Jazmín: no debía compartir con nadie la naturaleza de sus colaboraciones, o ella suspendería indefinidamente los manjares y paseos recreativos que tanto disfrutaba.
Considerando las consecuencias, Pablo negó con la cabeza en un gesto hermético.
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