Capítulo 43
Media hora después, Esmeralda cruzó la entrada familiar del jardín de niños con Araceli tomada de su mano. Una brisa suave rozaba las copas de los árboles cercanos, y el murmullo de los niños llenaba el aire con una energía vibrante. Ella, sin embargo, sentía un nudo en el estómago. Aunque se había escudado tras una mascarilla y un sombrero amplio con la excusa de un resfriado, el temor a ser descubierta por los maestros o, peor aún, por Pablo, la hacía caminar con pasos cautelosos.
-¿Tía, de verdad estás bien con ese resfriado? ¿No deberíamos ir al doctor? -preguntó Araceli, su voz cargada de una ternura que desarmaba.
Esmeralda sintió una cálida oleada en el pecho. Bajo la mascarilla, sus labios se curvaron en una sonrisa imposible de reprimir.
-No te preocupes, pequeña. Tu tía es doctora y sabe cómo cuidarse sola -respondió, guiñándole un ojo con complicidad.
-¡Qué increíble eres, tía! -exclamó Araceli, dando saltitos de pura emoción mientras aferraba la mano de Esmeralda con más fuerza.
Caminaron juntas hacia la entrada, donde varios maestros recibían a los pequeños con sonrisas y palabras amables. Entre ellos, Esmeralda divisó a Lidia Carrera, una figura familiar con la que había coincidido en más de una ocasión. Su corazón dio un vuelco, pero mantuvo la calma.
-¡Hola, maestra! -saludó Araceli, radiante.
-¡Hola, Araceli! -respondió la señora Carrera, agachándose para acariciar la cabecita de la niña con cariño. Luego, sus ojos se alzaron hacia Esmeralda, entrecerrándose con curiosidad mientras intentaba descifrarla tras el disfraz improvisado-. ¿Y usted es…?
-¡Es mi tía! -interrumpió Araceli, orgullosa-. Señora Carrera, mi corona de flores la hice con ella, ¿sabe?
La sorpresa cruzó el rostro de la maestra. Conocía bien a la familia de Araceli y sabía que su tio era un Santana. Rápidamente, se puso de pie, mostrando un destello de respeto hacia Esmeralda.
-¿Así que usted es la tía de Araceli? Entonces, ¿usted y el señor Santana…?
-No, no, nada de eso se apresuró a aclarar Esmeralda, inclinándose ligeramente hacia adelante. Bajo la voz hasta convertirla en un susurro confidencial-. Solo somos parientes lejanos,
-Ya entiendo -respondió la señora Carrera, exhalando un leve suspiro de alivio.
Por fortuna, no era lo que había imaginado. Sin embargo, no había tiempo para detenerse en suposiciones. La maestra retomó el hilo con un tono más serio.
-Mire, tia de Araceli, ayer tuvimos un problema con lo de la corona. Araceli se sintió mal por
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Capitulo 43
eso. Hablé con Pablo y le pedí que viniera a disculparse con ella.
Tras decir esto, recorrió el lugar con la mirada hasta dar con Pablo, que jugaba a pocos pasos. Con un gesto firme, lo llamó para que se acercara. Esmeralda tomó aire, conteniendo el impulso de dar media vuelta. Ya no había escapatoria; solo le quedaba esperar que el niño no la reconociera.
Pablo llegó con pasos lentos, arrastrando los pies. Al posar los ojos en Araceli, la sonrisa que traía se esfumó como si alguien hubiera apagado una vela.
-Pablo, ¿no habíamos quedado en que te disculparías con Araceli? -insistió la señora Carrera, con un tono que buscaba ser paciente.
-No quiero -replicó él, frunciendo el ceño y cruzando los brazos con una obstinación que rayaba en lo teatral.
-¿Pero no habíamos llegado a un acuerdo? -preguntó la maestra, desconcertada.
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