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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 86

Capítulo 86

Esmeralda esbozó una sonrisa serena y señaló con delicadeza la hoja de calificaciones que descansaba sobre la mesa.

-Si no te hubieras llevado mi boleta aquel año, hoy ya tendría mi maestría en la mano y dos años de experiencia laboral a cuestas. Con mi preparación y talento, estaría generando al menos un millón anual. Y si sumamos los frutos de mis proyectos de investigación¿tres millones suena excesivo, verdad?

Valentín parpadeó, atrapado en un instante de silencio, como si las palabras se le hubieran escapado. No era el dinero lo que lo inquietaba, sino la precisión con la que Esmeralda había tejido su argumento.

-Aunque no he tenido un empleo formal, estos años he sido la niñera de Pablo y, de paso, la tuya -continuó ella, con un brillo astuto en la mirada-. Ha sido una labor agotadora, no lo niego. Y no olvidemos que revisé tus contratos y descubrí dos errores garrafales en esos proyectos. Eso te salvó varios millones, ¿o ya se te borró de la memoria?

Valentín inclinó la cabeza en un leve asentimiento, reconociendo la verdad tras sus palabras.

-Si lo ponemos en términos de compensación

-Te doy cinco millones -la interrumpió él, con un tono que buscaba cerrar el asunto de una

vez.

-De acuerdo -respondió Esmeralda, asintiendo con calma antes de ponerse de pie-. Te pasaré mi número de cuenta.

-¿Número de cuenta? -Valentín frunció el ceño, desconcertado-. ¿No usas siempre la tarjeta

adicional?

Esmeralda se encogió de hombros con una naturalidad que rozaba la indiferencia.

-Como este dinero es mío, lo lógico es que lo deposites en mi cuenta personal.

Una sombra de incomodidad cruzó el rostro de Valentín, como si una réplica pugnara por salir, pero al final optó por guardar silencio. Tras unos segundos, asintió con resignación.

-Está bien, te lo transfiero en un rato.

-Perfecto. Ya dije todo lo que tenía que decir -concluyó Esmeralda, y un leve alivio suavizó sus facciones, quizá por los cinco millones o por la certeza de las propiedades que ahora serían

suyas.

Estaba a punto de dar media vuelta cuando Valentín alzó la voz para detenerla.

-¿No habías dicho que regresarías en medio mes?

Esmeralda giró apenas la cabeza, lanzándole una mirada de reojo cargada de ironía.

-¿Qué pasa, no sabes contar? Todavía faltan algunos días.

Valentín apretó el ceño, su paciencia tambaleándose.

-Te di lo que pediste, ¿no podrías volver unos días antes?

Qué curioso, pensó ella. Se volvió del todo, observándolo con una calma que desarmaba.

-No quién fue el que dijo hace poco que mi ausencia no importaba, que y tu hijo podían arreglarse perfectamente sin .

Valentín se quedó mudo por un instante, atrapado en sus propias palabras.

-Esa vez hablé sin pensar, estaba molesto -admitió al fin.

La verdad era que, sin Esmeralda, la casa parecía desmoronarse en pequeños pedazos. Cuando ella estaba, las piernas de su madre no se quejaban tanto, su propio estómago encontraba algo de paz, y Pablo, su hijo, no era un torbellino imposible de controlar. Últimamente, las maestras del kínder lo habían llamado más veces de las que podía contar, alertándolo sobre las travesuras cada vez más rebeldes del pequeño. La disciplina firme de Esmeralda, al parecer, había dejado un hueco que nadie más podía llenar.

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