Capítulo 87
Esmeralda ajustó el bolso en su hombro con un gesto elegante, mientras una sonrisa cargada de sarcasmo se dibujaba en sus labios.
Valentín, con los dedos rozando la superficie pulida de la mesa en un movimiento casi inconsciente, habló con un tono que, por primera vez en mucho tiempo, dejaba entrever un atisbo de conciliación.
-Últimamente ella ha estado sufriendo demasiado. El medicamento que le dieron en el hospital no ha servido de nada.
-Es lo que se merece.
La sonrisa de Esmeralda se endureció, transformándose en una curva gélida que tomó a Valentín por sorpresa, dejándolo mudo por un instante. La mujer que él había conocido siempre se había inclinado ante los mayores con una deferencia casi reverente, tratando a sus suegros como si fueran su propia sangre, aun cuando sus padres ya no estaban. ¿Cómo podía soltar algo tan mordaz?
-¿Y si todo ese respeto no fue más que una máscara? Aquella vez, cuando conseguí ese medicamento con tanto esfuerzo y le supliqué que lo probara, ella se rio en mi cara frente a sus amigas, diciendo que yo, una simple campesina sin clase, le estaba ofreciendo una
mierda.
Valentín frunció el ceño, buscando palabras que no llegaban.
-En aquel entonces se mofó de mí sin reparos, y ahora que el dolor la alcanza, ¿viene a buscarme? Valentín, parece que la desfachatez corre en la familia.
-¡Esme!
Valentín se puso de pie de un salto, y el impulso hizo que el sillón se deslizara con un chirrido, forzándolo a apoyarse en el borde de la mesa para no perder el equilibrio.
-¿De verdad tienes que ser tan dura?
-¿Dura?
Esmeralda giró sobre sus talones y dio dos pasos firmes hacia él, el eco de sus tacones resonando como un desafío en el aire tenso.
-¿No fue duro cuando trastocaste mi vida entera? ¿No fue duro cuando dejaste que Jazmín me pisoteara? Ahora, porque tu madre siente un poco de dolor, ¿ya no lo aguantas? ¿Y qué pasa con todo lo que yo he tenido que soportar estos años?
Con cada palabra, Esmeralda avanzaba, arrinconando a Valentín, que se quedaba sin respuestas. Ella siempre había tenido el don de la palabra, un filo que él nunca pudo igualar. Recordó cómo, al principio de su matrimonio, su madre, Margarita, despreciaba esa habilidad, y cómo él mismo le había pedido a Esmeralda que se contuviera, que hablara menos. Durante las visitas a sus padres, ella apenas abría la boca, y él, ciego, nunca lo había valorado.
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Capitulo 87
Esmeralda era un diamante que había opacado su luz por demasiado tiempo.
Desde el pasillo se colaron ruidos leves, seguramente Jazmín fisgoneando tras la puerta. Esmeralda lanzó una mirada afilada en esa dirección y dejó escapar una risa cargada de desprecio. Qué ironía que Valentín pudiera valorar a alguien tan fuera de lugar como ella.
-Dile a tu madre que, si quiere mis medicinas, venga ella misma a pedírmelas. Que aprenda lo que es bajar la cabeza.
Bajo la mirada estupefacta de Valentín, Esmeralda giró con gracia y abandonó la habitación. Abrió la puerta de la oficina de un tirón, pillando a Jazmín desprevenida, congelada en el umbral con una expresión torpe.
Esmeralda alzó una ceja y paseó la vista por el rostro maquillado de Jazmín, evaluándola de pies a cabeza con una calma casi teatral.
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