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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 88

Capítulo 88

Yeray abrió los ojos de par en par, como si el asombro le hubiera robado el aliento por un instante.

-¿Siete?

-¿De dónde sacaste tanto dinero? -preguntó, su voz teñida de una curiosidad que rozaba la

incredulidad.

-Hermano Yeray, no me mires así -respondió Esmeralda con una sonrisa serena que apenas ocultaba su orgullo-. Este dinero es mío por derecho.

Yeray frunció el ceño, entrecerrando los ojos con una sombra de duda.

-¿Te lo dio la familia Santana?

-No, el dinero de los Santana no lo he tocado -aclaró ella, su tono firme pero tranquilo-. Después de todo, la enfermedad de Úrsula sigue sin curarse. Ese fondo lo tengo apartado.

Estos cinco millones son mi inversión.

-¿Inversión? -repitió Yeray, arqueando una ceja mientras el eco de la palabra resonaba en su

mente.

Reflexionó un momento, tamborileando los dedos sobre la mesa con un ritmo sutil.

-¿Te refieres a lo que mencionaste la última vez? ¿Lo de abrir una empresa para vender nuestros tratamientos? Siete, ¿no estabas hablando en serio?

-¿Cuándo me has visto bromear con algo así? -replicó Esmeralda, y con un gesto elegante extrajo una propuesta de su bolso, deslizándola sobre la mesa como quien revela un tesoro largamente guardado-. Esto lo armé en un rato libre. Hice los cálculos: para montar la empresa y el laboratorio, necesitamos veinte millones como capital inicial. Con un par de rondas de inversión más, debería bastar.

Yeray tomó el documento entre sus manos y lo hojeó con cuidado, sus ojos danzando entre las líneas mientras el asombro crecía en su rostro.

-Mi padre siempre decía que , Siete, eras la más brillante de todos nosotros comentó, alzando la vista hacia ella-. Yo no lo creía del todo, pensaba que solo tenías buena memoria y una mente ágil. Pero ahora¡Carajo, Siete, eres mucho más impresionante de lo que imaginaba!

-No exageres tanto -dijo ella, bajando la mirada con una modestia que no lograba ocultar su

satisfacción.

-No es exageración -insistió Yeray, inclinándose hacia adelante con entusiasmo. Si yo fuera inversor y viera esta propuesta, pondría el dinero sobre la mesa sin pensarlo dos veces.

Esmeralda dejó escapar una risa suave, como el tintineo de una campanilla en la brisa. En el grupo, siempre había sido la que brillaba con luz propia, la que cosechaba elogios sin

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Capítulo 88

esfuerzo. No importaba lo que hiciera, el maestro y sus compañeros de la hermandad siempre la respaldaban con una fe inquebrantable.

-Además añadió, con un brillo astuto en los ojos-, Valentín me cedió dos locales que podemos usar para las tiendas.

-¡Eso es perfecto! exclamó Yeray, golpeando la mesa con la palma-. Así te ahorras una

buena suma.

Esmeralda rozó la superficie de la mesa con las yemas de los dedos, su mirada perdida por un instante en un horizonte invisible, cargada de una determinación profunda.

-Este negocio no debe saberlo nadie -murmuró, bajando la voz como si las paredes pudieran traicionarla-. Al fin y al cabo, esto es de Siete Jáuregui, no de Esmeralda.

-Entiendo asintió Yeray, captando la intención tras sus palabras. ¿Entonces quieres que compre esos locales a mi nombre?

Ella lo miró fijamente, asintiendo con un leve movimiento de cabeza. Conocía bien a Valentín: si quería renacer bajo otra identidad, debía borrar hasta la última huella de lo que alguna vez

fue Esmeralda.

En la casa de la familia Espinosa, la habitación de los niños era un caos de juguetes desperdigados y risas interrumpidas. Eugenia Sánchez, inclinada con un tazón en una mano y una cuchara en la otra, perseguía a Pablo con una mezcla de paciencia y exasperación.

-Pablo, por favor, bueno y come un poquito, ¿? -suplicó, extendiendo la cuchara con una

sonrisa tensa.

-¡No quiero! -gritó el pequeño, frunciendo el ceño con rebeldía.

Miró los utensilios en manos de Eugenia, tomó una pistola de juguete del suelo y, con un movimiento rápido, derribó el tazón. La comida se desparramó en un instante, salpicando el

suelo con un desastre de colores y texturas.

-¡Hmpf! Esto sabe feo -protestó Pablo, cruzándose de brazos-. Quiero la pasta de mariposas que hace mamá.

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