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El CEO se Entera de Mis Mentiras novel Chapter 184

Capítulo 184

¡Es Ramón!

Ramón regresó a recoger el auto, y al ver que alguien apuñalaba a Raquel, se lanzó

inmediatamente hacia ella.

El cuchillo se hundió profundamente en su pecho.

Raquel soltó un suspiro ahogado: -¡Ramón!

Alberto quiso correr hacia Raquel, pero se encontraba algo alejado de ella, por lo que solo pudo mirar, impotente, cómo Ramón recibía la puñalada.

Derribó a dos de los secuaces vestidos de negro que estaban cerca y corrió rápidamente hacia

ella.

En ese momento, el secretario Francisco, acompañado de una gran cantidad de guardaespaldas vestidos de negro, irrumpió en el lugar, rodeándolo por completo.

Odalio y sus secuaces, al ser pocos, pronto fueron capturados.

Ana corrió hacia ellos y, sin pensarlo, abrazó a Alberto. —¡Alberto!

Alberto se vio obligado a detenerse. Quiso apartar a Ana para ir hacia Raquel y Ramón.

Pero Ana lo abrazó con fuerza, aferrándose a él. -Alberto, no te vayas, tengo mucho miedo.

Ramón, herido, cayó al suelo. Raquel se arrodilló rápidamente, presionando con sus manos la herida, pero la sangre caliente brotaba con fuerza de sus dedos.

Sus manos temblaban, sin entender por qué Ramón había decidido protegerla de esa forma.

Ya estaba acostumbrada a las personas que le hacían daño, pero no sabía cómo reaccionar ante quienes la trataban bien.

-Ramón, resiste, estarás bien.

Ramón tenía la mirada vacía, y pronto perdió el conocimiento.

En ese momento, llegó la ambulancia. Los médicos y enfermeras con batas blancas levantaron cuidadosamente a Ramón en una camilla. Raquel subió con él al vehículo para acompañarlo al

hospital.

Alberto no pudo apartar a Ana y solo pudo ser abrazado por ella de manera pasiva, mientras observaba cómo Raquel y Ramón desaparecían de su vista.

Capitulo 184

En el hospital.

Ramón fue ingresado en la sala de operaciones, y la luz roja del quirófano se encendió. Raquel permanecía afuera, esperando.

Cuando Alberto llegó, vio a Raquel caminando nerviosa frente a la puerta del quirófano. Su rostro estaba pálido, con sangre en él, y su actitud parecía desorientada.

Alberto se acercó rápidamente y, en voz baja, trató de consolarla. -No tengas miedo, este es el mejor hospital de la ciudad. Ramón estará bien.

Raquel lo miró brevemente y se percató de la herida en su mano.

No era difícil notarlo, ya que su mano izquierda estaba completamente cubierta de sangre. La herida no había sido tratada, y algunas partes de la sangre ya estaban coagulated.

Su camisa blanca también estaba manchada con sangre, y su apariencia era algo desordenada.

¿Y qué había pasado con su mano?

Al ver que Raquel lo miraba fijamente, Alberto encogió ligeramente los dedos. Luego dio un paso hacia ella, su imponente figura cubriéndola con su sombra. -Te has herido

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