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El CEO se Entera de Mis Mentiras novel Chapter 416

Capítulo 416

Fernanda vio a Camila, saltando hacia ella. -Camila, has venido a jugar.

Camila comenzó a hablar. -Señora Juliana, Fernanda, hola a todos.

Juliana estaba muy contenta. -Héctor, ¿por qué no dijiste que Camila vendría? Podríamos haber preparado más platos.

Héctor quería decir que Camila no comería aquí, pero Camila se adelantó y dijo: –Señora Juliana, no soy quisquillosa, con tal de que me llene está bien.

Juliana respondió. —Entonces, definitivamente estarás satisfecha.

Todos se rieron alegremente.

Héctor dijo: -Voy a darme una ducha en mi habitación.

Héctor regresó a su habitación, encendió la ducha y se lavó con agua fría.

El aroma intenso de los aceites esenciales que Ceirra había preparado era potente, y aunque Héctor había estado expuesto a estas tácticas antes, después de todo, él también era un hombre, y el efecto del aroma no era fácil de superar.

El agua fría golpeaba sus músculos firmes y luego salpicaba, cerrando los ojos.

En ese momento, la puerta se abrió de repente, y la voz suave de Camila resonó. —Héctor.

Héctor no levantó la cabeza. -¿Mmm?

Camila dijo: -La señora Juliana me pidió que te trajera ropa limpia.

Héctor respondió. -Déjala entrar.

Camila entró, había una puerta de vidrio esmerilado bloqueando la vista, y Camila no miró hacia allí. —¿Dónde pongo la ropa?

Héctor respondió. -Cuélgala.

-Está bien.

Camila colgó la ropa.

Héctor se giró y a través de la puerta de vidrio esmerilado observaba a la chica afuera, su silueta era muy grácil, apenas visible estaba su delicado esqueleto, su largo cabello negro caía libremente, tan fragante y suave.

Ella se puso de puntillas para colgar su ropa, girando su cuerpo, su pecho prominente, y su espalda era atractiva, con una figura joven y firme, indescriptiblemente encantadora.

Capítulo 416

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Héctor tenía los ojos ligeramente rojos, y estiró su mano desganadamente.

La chica afuera lo llamaba. -Héctor, ¿ya terminaste de bañarte? ¿Por qué tardas tanto en bañarte?

Héctor no respondió.

La chica afuera. -Héctor, ¿por qué no me respondes, te has quedado sordo?

-¿Héctor?

-¡Héctor!

A través de la puerta de vidrio esmerilado, la felicidad secreta y el estímulo indecible irradiaban, y en sus oídos resonaba la voz de ella llamándolo, cada llamado era agradable, como si fuegos artificiales estallaran dentro de su cabeza, dejando a Héctor aturdido por un

momento.

La sensación fugaz era como haber inhalado opio, extraña y adictiva.

-¿Héctor? ¡Héctor!

Héctor habló con una voz ronca. —¡Cállate! ¿Qué estás gritando?

Camila se sintió impotente por fuera.

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